El «storytelling» está de moda. En el mundo empresarial se usa este término en inglés que en castellano podría traducirse como «narrativa», o en definitiva, el arte de contar historias.
El ser humano cuenta historias. Es algo inherente a nuestra especie. Desde que nacemos estamos escuchando relatos y contándolos desde que aprendemos a hablar, y no dejamos de hacerlo a lo largo de toda nuestra vida.
A todos nos gusta compartirlas cuando nos sentimos en confianza. Llevamos toda la vida consumiendo historias y hemos aprendido muchísimo sobre cómo contarlas aunque no seamos conscientes de ello. Conversaciones, libros, comics, películas, series, noticias, canciones…
Aprendemos más fácilmente mediante historias. Este es el motivo de que existan las fábulas, mitos y leyendas, o de que antiguamente cuando la gente no sabía leer ni escribir, las diferentes religiones se valieran de historias para transmitir sus mensajes. Es sencillo recordar una historia y su moraleja, y su transmisión está asegurada.
El cerebro humano es capaz de alinearse con el del narrador emulando los procesos químicos que se producen en el de éste mientras cuenta una historia. De esta forma, un buen comunicador puede hacer que tu cerebro produzca dopamina, serotonina… , desencadenando estados de ánimo o emocionales que se sincronizan entre toda la audiencia. Es esa «magia» que sentimos en algunos eventos.
Es mucho más fácil recordar algo cuando ha producido emociones en nosotros.
¿Qué debemos tener en cuenta?
Si queremos preparar un discurso, presentación o ponencia, hay varios factores importantes a tener en cuenta.
Definir audiencia.
Lo primero que tenemos que tener en cuenta cuando estamos preparando un discurso es a quién va dirigido para poder adaptar tanto el contenido como el tono, el vocabulario y el tipo de presentación para conectar con ellos.
Marcar los objetivos.
Que nos escuchen, que recuerden nuestro discurso, que actúen en consecuencia y con suerte que lo compartan con otros.
También es importante definir objetivos emocionales, ¿cómo quiero que se sienta la audiencia en cada parte de mi discurso?. ¿Con qué sentimiento quiero que asocien mi historia?
Investigar
Para obtener datos que respalden nuestro discurso. Una presentación basada sólo en datos puede hacer que la audiencia desconecte, es difícil de seguir, y aun más difícil de recordar. En cambio, algún dato importante que apoye nuestra historia haciendo cuantificables algunos conceptos puede ser de gran ayuda.
Estructura del discurso
Las historias suelen tener un héroe que tiene que superar una serie de retos para alcanzar una gran meta que por lo general consideramos beneficiosa o admirable.
Introducción:
Captar la atención .
Crear un contexto.
Gancho:
Qué quiere conseguir nuestro personaje.
Generar empatía con los personajes de la historia.
Nudo o disrupción:
Explicar problemáticas o retos y su dificultad.
Desenlace:
Nuestra idea, propuesta o plan para solucionar el problema y ayudar a los protagonistas.
Moraleja, qué aprendemos de la historia:
Nuestra historia debe afectar a la audiencia, que tiene que poder llevarse una idea muy clara, un concepto. Debe enseñar algo. En una historia de superación, por ejemplo, la enseñanza puede ser «no rendirse nunca» o «el trabajo duro te lleva al éxito».
Técnicas:
Sumerge a la audiencia en tu historia.
Las historias que te transportan a otro sitio, las que hacen que puedas imaginarte claramente en otra parte siendo partícipe de las situaciones o los problemas que se plantean. Para ello se puede utilizar un lenguaje sencillo y directo y recursos gráficos que complementen el discurso (no que repitan la misma información que estamos contando) como grandes fotografías que muestren la realidad del lugar donde sucede la historia. Contar o mostrar detalles puede hacer a la gente ver, sentir, oler… lo que sucede en el mundo donde se desarrolla la historia.
La importancia de los personajes.
Los personajes de una historia son su alma, y necesitamos que la gente pueda empatizar con ellos para que experimenten diferentes emociones. Para ello debemos describirlos, hacer que los que nos escuchan puedan imaginarse cómo reaccionarían en diferentes situaciones.
Contar una historia personal. Las historias personales son muy potentes, ya sean de grandes triunfos o de adversidades extremas, hacen que la audiencia empatice con la situación y captan rápidamente el interés. Christopher Booker dice que casi todas las historias se pueden agrupar en siete tipos de argumentos, y tres de ellas suelen repetirse en historias personales. El héroe que derrota al villano, la historia del pobre que alcanza la riqueza, o el viaje que cambia al protagonista y lo convierte en una nueva persona.
Crear suspense.
Conseguir que la audiencia se pregunte qué va a pasar con nuestra historia significa que los tenemos enganchados. Empezar por el final y volver en el tiempo para contar cómo se ha llegado hasta ahí es un recurso que vemos mucho en películas o novelas que ayuda a crear ese interés. Normalmente esto va acompañado de giros inesperados que hacen que nos demos cuenta de que nuestra primera idea era incorrecta y consiguen sorprendernos. Otro modo es contar algo de manera cronológica que llega al clímax al final de la historia. Suelen empezar con situaciones muy complicadas que el espectador siente que son insalvables, para poco a poco ir arrojando un poco de luz y finalmente sorprender con un final increíble.
Crea algo que siempre recuerden.
Sorprende a tu audiencia con algo que estén recordando durante semanas. A todos nos ha pasado, vemos una película o leemos un libro, y días después nos damos cuenta de que estamos en la cama antes de dormir dándole vueltas al final de esa historia.
Enseña algo positivo.
En las fábulas es la moraleja, en nuestra historia puede ser eso que aprende el personaje que hace que pueda superar sus dificultades. Es recomendable tener claro este mensaje, y comunicarlo de una manera clara y concisa.